El sapo andaba atareado y nervioso,
revolviendo entre los yuyos y juntando cosas. No tenía tiempo casi ni para
saludar.
-Esta noche vienen, ¿eh, don
Sapo? -preguntó el coatí.
-Ay, don Sapo, no veo la hora de
que lleguen -dijo la paloma.
-No sé si voy a poder dormir esta
noche -dijo la iguana.
-Bah -dijo la lechuza-, ése es un
sapo mentiroso. Seguro que les anduvo contando el cuento de los Reyes Magos.
-Don Sapo nos dijo que esta noche
van a venir con regalos- contestaron el coatí y la paloma.
-¿Sí?- dijo la lechuza-, y
también les habrá dicho que vendrán montados en camellos. ¿Me quieren explicar
cómo hacen los camellos para cruzar el mar? ¿A que eso no les dijo?
-Claro que sí. Nos contó que
había sido un problema, y por eso ahora vienen montados en sapos, que sí saben
cruzar el mar. A saltos, claro.
-¿Y para cruzar las montañas? ¿Los
sapos saben cruzar las montañas? ¿A que eso no les dijo?
-Sí nos dijo, sí nos dijo. Andan todo
el día a los saltos para practicar el cruce de las montañas. Ésa es la forma de
cruzarlas, a saltos.
-Bah- dijo la lechuza-, ése sapo es un
mentiroso. ¡Miren si los Reyes Magos van a cambiar los camellos por sapos!
¿Alguien los ha visto montados en sapos? ¿A que eso no les dijo?
-Sí nos dijo, claro que sí. Nadie los
vio porque los sapos no hacen ruido al saltar y llegan despacito cuando todos
están dormidos. Los camellos hacen mucho ruido.
En la noche brillaba una luna redonda y
blanca. El coatí, la paloma, el quirquincho y mil animales más daban vueltas
sin poderse dormir. Al final, como sin darse cuenta, se durmieron más temprano
que nunca. Sólo quedó despierto el canto de las ranas.
Aquel 6 de enero todos se despertaron
muy temprano.
-¡Vinieron los Reyes! ¡Vinieron
los Reyes!- gritaban picos y hocicos.
Al lado de cada uno había un regalo.
Una pluma roja para la paloma gris. Un higo maduro para el coatí. Una flor de
mburucuyá para la iguana. Y así mil cosas para los mil animales.
-¡Vinieron los Reyes! ¡Vinieron
los Reyes!- gritaban todos.
¿Todos? Bueno, todos no. En un rincón,
tras de un árbol caído, el sapo dormía sin que los ruidos pudiesen sacarlo de
su cansancio. Había andado a saltos toda la noche, y ahora soñaba con Reyes
Magos montados en sapos, y hablando en sueños decía:
-Ja, si sabrá de Reyes Magos este sapo.
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