Francisco Hinojosa, ha sido seleccionado para dejar el mensaje a todos los niños del mundo en el Día internacional del libro infantil y juvenil.Desde México nos cuenta que:
Había una vez un cuento que contaba el mundo entero.
Ese cuento en realidad no era uno solo, sino muchos más que empezaron
a poblar el mundo con sus historias de niñas desobedientes y lobos
seductores, de zapatillas de cristal y príncipes enamorados, de gatos
ingeniosos y soldaditos de plomo, de gigantes bonachones y fábricas
de chocolate.Lo poblaron de palabras, de inteligencia, de imágenes, de
personajes extraordinarios. Le permitieron reír, asombrarse, convivir. Lo
cargaron de significados. Y desde entonces esos cuentos han continuado
multiplicándose para decirnos mil y una veces “Había una vez un cuento
que contaba el mundo entero…”
Al leer, al contar o al escuchar cuentos estamos ejercitando la imaginación,
como si fuera necesario darle entrenamiento para mantenerla en forma. Algún
día, seguramente sin que lo sepamos, una de esas historias acudirá a nuestras
vidas para ofrecernos soluciones creativas a los obstáculos que se nos presenten
en el camino.
Al leer, al contar o al escuchar cuentos en voz alta también estamos repitiendo
un ritual muy antiguo que ha cumplido un papel fundamental en la historia de
la civilización: hacer comunidad.
Alrededor de esos cuentos se han reunido las culturas, las épocas y las
generaciones para decirnos que somos uno solo los japoneses, los alemanes
y los mexicanos; aquellos que vivieron en el siglo XVII y nosotros que leemos
un cuento en la internet; los abuelos, los padres y los hijos. Los cuentos nos
llenan por igual a los seres humanos, a pesar de nuestras enormes diferencias,
porque todos somos, en el fondo, sus protagonistas.
Al contrario de los organismos vivos, que nacen, se reproducen y mueren, los
cuentos, que surgen colmados de fertilidad, pueden ser inmortales. En especial
aquellos de tradición popular que se adecúan a las circunstancias y al contexto
del presente en el que son contados o reescritos. Se trata de cuentos que, al
reproducirlos o escucharlos, nos convierten en sus coautores.
Y había una vez, también, un país lleno de mitos, cuentos y leyendas que viajaron
por siglos, de boca en boca, para exhibir su idea de la creación, para narrar su
historia, para ofrecer su riqueza cultural, para excitar la curiosidad y llenar de
sonrisas los labios.
Era también un país en el que pocos de sus pobladores tenían acceso a los libros.
Pero esa es una historia que ya ha empezado a cambiar. Hoy los cuentos están
llegando cada vez más a rincones apartados de mi país, México. Y al encontrarse
con sus lectores están cumpliendo con su papel de hacer comunidad, hacer familia
y hacer individuos con mayor posibilidad de ser felices.
Estudió la carrera de Lengua y literatura hispánicas en la Universidad Nacional
Autónoma de México. Una gran parte de su obra ha sido dedicada a la literatura
para niños y jóvenes.
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